19 de Mayo. Dedicado a mi padre por el día de su cumpleaños.
A mi llegada a la Habana en mi último viaje en junio del año pasado, fui directo a encontrarme con mi padre en el poblado de San Cristóbal, actual provincia de Artemisa, adonde él había llegado desde Cárdenas muy temprano esa mañana para someterse a un tratamiento en sus rodillas. Después de ver a los médicos se había quedado instalado en una casa de familia donde alquilaban habitaciones, en espera de que el mismo chofer que lo llevó hasta allí regresara a la Habana a recogerme en el aeropuerto; allí estaríamos hasta el jueves en que debía terminar el tratamiento en caso de que se lo pudieran hacer, lo que se decidiría al día siguiente, en dependencia de los resultados de los análisis que le realizarían en la mañana. Llegué allí pasadas las 7 de la tarde, alegrándome que hubieran resuelto quedarnos en aquel lugar, pues la familia se veía gente muy amable y presentía que sería una estancia placentera; más allá de resolver un problema de salud, el poder convivir con una familia desconocida que nos hacía sentir confianza sería sin duda una experiencia que valdría la pena realmente. Soy de los que pienso que a todo aquello que se me presenta cuando menos lo espero, debo prestarle una especial atención.
Después que comimos de lo que llevé de aquí de EU, pues no sabia lo que me encontraría al llegar al poblado, nos pasamos un buen rato conversando con los dueños de la casa para al menos tener una idea de quiénes éramos los que conviviríamos bajo el mismo techo por unos cuantos días. Eran pasadas ya las once cuando nos despedimos y nos fuimos a la habitación donde nos ubicaron para dejar todo listo, pues había que estar bien temprano en el hospital para los análisis.
La última vez que mi padre y yo habíamos conversado había sido en Marzo del año pasado, sobre todo una noche que recuerdo por poco nos amanece enfrascados en nuestra conversación. En la habitación seguimos hablando, y serían ya como las 2 de la mañana cuando le dije a mi padre que había que dormir pues ambos habíamos tenido viajes largos y teníamos que levantarnos muy temprano. Me quedé en silencio y sin moverme para ni siquiera tocarlo, pues el ancho de la cama era justo para dos personas, deseaba que se durmiera lo mas pronto posible, aunque en fin de cuentas no dormiría muchas horas. Con su problema de las piernas el día le había resultado agotador tras haber hecho un viaje tan largo sin cambiar de posición.[Leer Más…]