Injusticia que prevalece en los juicios en Cuba.
En los carnaveles del pueblo de Jovellanos del año 1979, se encontraron varios amigos de la zona de Carlos Rojas, quienes mientras pasando un buen rato compartiendo unos tragos, se les unió otro conocido, quien tras pasar un tiempo considerable hablando con ellos terminó por hacerles una proposición que quizás les podría interesar. Se trataba de una salida ilegal del país. El sujeto sabía claramente que ellos no simpatizaban con el sistema, razón por la cual les había hecho la propuesta. Entre ellos estaba el esposo de una tía, cuyo padre se había ido a Estados Unidos a principios de los sesenta, y su deseo siempre había sido llevarse al hijo con él, pero la negativa de mi tía de abandonar a la familia había sido siempre el impedimento, y así se lo hizo saber al grupo para que no contaran con él, pues no dejaría atrás a su esposa, por lo que asumió que había quedado excluído por completo del proyecto.
Aquel inesperado visitante le dijo al grupo que tendrían una reunión en una finca para concretar con más detalle los pormenores del viaje, pero resultó que el hombre no se apareció a la cita, sino que fueron agentes de seguridad del estado, llevándoselos detenidos bajo acusación de estar planificando de salida ilegal del país. Ese había sido el único propósito de aquel buen señor, tenderles la trampa para así poder justificar el meterlos en la cárcel. De hecho no les ocuparon nada, ni barco, ni dinero recogido ni nada que fuera una prueba de la supuesta salida. Qué iban a encontrar si no habían hecho nada, lo único que había hasta ese momento era la acusación de aquel individuo, pero en la Cuba de los Castro con eso ya era suficiente para meterlos en la carcel, pues en esos casos de nada sirve todo lo que se intente para defenderlos pues la acusación de un degenerado es la que se impone.