¿Cómo me encontré con los Misioneros Claretianos en Paris?
Por mucha fe que tuviera en que Dios me ayudaría en aquella experiencia que estaba atravesando, la realidad es que estaba sin trabajo y no podía quedarme con los brazos cruzados, pero tampoco me encontraba en condiciones de estar pidiéndole a quienes me conocían que me ayudaran a conseguir trabajo, pues yo era el único responsable de haber perdido el que tenía porque ya lo sabían, y esta claro que con quien no supiera nada ya era diferente. Cada día salía desde muy temprano a recorrer las calles de los alrededores buscando los anuncios que solían colocar en muchos establecimientos públicos las personas que necesitaban cualquier tipo de servicio, y así anotaba los teléfonos y me iba hasta una cabina telefónica a llamar. Así fueron pasando las semanas pero no acertaba con ninguno, y era consciente de que no era nada fácil que me aceptaran sin recomendación, y por el hecho de ser hombre mucho menos, pero lo seguía intentando.
Un sábado como de costumbre me fui al apartamento de Jorge, adonde iba cada quince días a esperar llamada de mis padres, pero aquel día la experiencia fue muy diferente, porque lo que me encontré fue una familia completamente desesperada. No podían entender que hubiera ocurrido un cambio tan brusco en mi comportamiento e intentaban hacer todo lo humanamente posible porque entrara en razones. Hasta llevaron con ellos al pastor de la iglesia para ver si lograba hacerme reflexionar, quien me recomendó tres pasajes bíblicos para que meditara en ellos, pasajes que desde su punto de vista encajaban muy bien en mi situación, pero desde mi perspectiva no era más que un llamado a que fuera fuerte y resistiera, y a que no dejara el camino que había tomado por fuerte que fuera la oposición. No obstante, al escuchar la voz de mi madre no pude menos que lamentar el haber prestado atención a aquel supuesto llamado de Dios. Todo parecía indicar que era arriesgarme demasiado en una aventura en que hasta ese momento lo único real era que estaba provocando un sufrimiento extremo a mi familia que tenía todas sus esperanzas puestas en lo que yo pudiera hacer por ellos como les había prometido, como era nuestro plan. La única forma de remediar aquel daño era renunciando a aquella idea que había decidido alimentar en mi mente y corazón.