Bajo el título «El viaje del Primer Ministro doctor Fidel Castro a los Estados Unidos» apareció publicado en el Diario de la Marina el 16 de Abril de 1959 un artículo haciendo referencia a la visita de Fidel Castro a Washington, invitado por la Asociación Americana de Editores de Periódicos.
A continuación la transcripción completa de dicho comentario (Enlace). El día 17 pronunció un discurso durante un almuerzo ofrecido por sus anfitriones.
Está plenamente justificada la gran expectación que ha producido en Cuba y fuera de Cuba el viaje del doctor Fidel Castro a los Estados Unidos. La prensa de este país ha publicado en estos días numerosas informaciones y comentarios sobre este suceso. También la prensa del resto de América y aun buena parte del mundo se ha referido al acontecimiento. Todos los observadores coinciden en que se trata de una visita oportuna, de la cual podrán derivarse beneficios para las relaciones diplomáticas, económicas y de toda índole entre los dos países, tan vinculados a través de la historia americana por la amistad, la ayuda mutua y los legítimos intereses comunes. Un diario tan autorizado, tan objetivo, tan responsable como el “New York Times” ha calificado de “crucial” este viaje y refiriéndose a la fuerte y sugestiva personalidad del doctor Castro lo ha mencionado como “la persona de quien más se habla en el hemisferio occidental después de Eisenhower”. Solo los periódicos soviéticos que, como es sabido, obedecen ciegamente a las consignas del Kremlin, han comentado con ironía y reticencia este evento, temerosos, como es lógico, dada la sistemática política anti yanqui de Moscú, de que el contacto entre el líder de la revolución cubana y el pueblo y el gobierno de los Estados Unidos disipe ciertos malentendidos e inicie una era de mejor comprensión, más firme amistad y más fecunda colaboración entre las dos naciones.
Largo y diverso será el itinerario del doctor Fidel Castro por tierras del norte. Es significativo que el origen de este viaje haya sido una invitación de la Sociedad de Directores de Periódicos de la Unión. Esto debe entenderse como el buen deseo de la prensa norteamericana de conocer mejor la cuestión cubana a fin de poder enfocarla y enjuiciarla correctamente. La prensa de los Estados Unidos es la mejor equipada del mundo y, desde luego, la mas influyente en el campo internacional. Posee no solo grandes recursos materiales, sino también una dotación técnica que le otorga esa indiscutible primacía a que hemos aludido. Cuando el doctor Castro haga uso de la palabra ante los directores de los grandes rotativos norteamericanos, tendrá una oportunidad decisiva de que seguramente no desaprovechará, para desvanecer los errores y aclarar las dudas que en el vecino país se han suscitado en relación con el proceso revolucionario en que hoy se encuentra Cuba. Se han mezclado allí las verdades y las inexactitudes, la información recta y la información torcida en forma muy peligrosa. Desde lejos, aunque la distancia entre nuestras costas y las norteamericanas sea tan corta, no es fácil apreciar lo que de veras ocurre en un país, sobre todo cuando éste se haya estremecido por una fuerte convulsión política, social y económica y si se tiene en cuenta además la diferencia de mentalidad y de temperamento que existe entre el anglosajón del norte y el latino del trópico. Nuestro Primer Ministro es un orador de palabra fluida, de muchos recursos dialécticos y de poderosa atracción personal. Su contacto directo con los grandes orientadores de la prensa estadounidense será muy útil a los efectos de establecer para siempre una corriente de buena fe y de ánimo comprensivo entre ellos y la revolución cubana. Y aunque se espera que los colegas del lado de allá lancen sobre el polémico visitante preguntas afiladas como dardos, nosotros confiamos en que la agilidad mental, la firmeza de convicciones y la simpatía del doctor Castro responda a todas ellas en forma satisfactoria. Con ello saldrá ganando mucho la opinión publica de los Estados Unidos y el mejor anhelo cubano, pues no se trata de escamotear la verdad ni de restringir el juicio ajeno, cosa que jamás toleraría una prensa como la norteamericana tan celosa de su independencia y de la libertad de expresión, sino de esclarecer todos aquellos puntos oscuros o simplemente borrosos que hasta ahora han sido causa de aspereza y fricción.
Pero éste es solo un aspecto del viaje. Hay otros no menso importantes. Aunque la visita no es oficial, el doctor Castro se entrevistará en una comida con el secretario de estado Christian A. Herter y en otra oportunidad con el Vicepresidente Nixon. Es seguro también que cambiará impresiones con altos funcionarios del gobierno de Washington, y aunque estas reuniones tienen un carácter informal, es obvio que esta circunstancia no les quita ni transcendencia ni utilidad práctica. Cuando los grandes se juntan, se juntan para algo grande, aunque no esté presente el protocolo. Entre los hombres de Estado de Washington y de La Habana hay siempre mucho que hablar en relación con los problemas comunes a ambos gobiernos y pueblos y ninguna oportunidad debe desperdiciarse para situar sobre bases más solidas, que equivale decir mas justas, la amistad que ha existido siempre entre la patria de Lincoln y la patria de Martí. La buena vecindad entre Cuba y los Estados no es una cosa artificial, surgida al giro del capricho o al golpe del azar; es algo que viene impuesto por imperativos geográficos, históricos, económicos y hasta digamos biológicos. Un entendimiento y una cooperación mutuas entre las dos naciones es lo natural y lo deseable. Cuba está en la órbita de la defensa occidental. No podría renunciar a pertenecer al sistema sin crear en toda la América y hasta en todo el resto del mundo una situación de inquietud y desconcierto. Únicamente los comunistas quieren que esa situación se produzca, porque el principal objetivo de Moscú en esta lucha es dislocar las defensas de occidente, a cuyo efecto comienza por barrenar la estructura democrática de cada país, especialmente por el lado social y económico. Saben muy bien los servidores de la Unión Soviética que entre una democracia cubana y la gran democracia norteamericana no puede haber otra cosa que amistad t colaboración. Pero saben también que esa amistad y esa colaboración sufrirían un serio quebranto si la democracia que la revolución fidelista propugna y propugnó siempre, “tan cubana como las palmas”, se colorease con cualquiera de los matices del totalitarismo. Por eso arrecian su campaña en el campo social y en el campo económico y enarbolan sus habituales consignas de “antiimperialismo”, a fin de agriar las buenas relaciones que han existido siempre y siempre deberán existir entre Cuba y los Estados Unidos.
Claro que nunca faltan puntos de rozamientos en el trato entre dos pueblos y menos cuando uno de ellos es el más poderoso de la Tierra. Entre Cuba y los Estados Unidos hay cuestiones pendientes que pueden y deben resolverse con la buena voluntad de ambas partes. Cuba tiene derecho a demandar un mejor trato. Hasta por su propio interés conviene a Estados Unidos que en Cuba haya estabilidad económica para que el orden político y el orden social no se alteren. El viaje del doctor Fidel Castro debe ser el jalón inicial de un proceso que ha de culminar en la mejor compresión y la mayor cordialidad entre ambos pueblos, dentro del respeto mutuo y dignidad a que las dos soberanías son acreedoras.
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