Cuando llegué a Estados Unidos fue que me encontré por vez primera con “los niños Peter Pan”. En Cuba había escuchado sobre los niños que los padres habían enviado solos a Estados Unidos al principio del gobierno de Castro, hijos de familias que tenían cierta posición en la sociedad cubana de la época. Y fue aquí en EU que vi por la televisión varios de esos niños que se habían destacado como hombres de negocio, intelectuales, figuras de la política, las artes, etc, aunque por supuesto no todos corrieron con la misma suerte o tuvieron la misma voluntad de luchar después de haber atravesado por una etapa tan difícil en sus vidas de verse separados de sus seres queridos a tan temprana edad. Siempre me quedaba pensando que me gustaría conocer alguno de ellos para así poder escuchar su historia.
Y fue ayer precisamente que tuvimos la visita de varios matrimonios que asisten a una iglesia donde unas amistades nos habían invitado semanas atrás, todos cubanos, excepto una señora hondureña casada con uno de ellos. Trajeron de todo, como si fuese tiempo de huracán, dejándonos provisión para varios días. Como en toda reunión de compatriotas en tierra extranjera, cuando le pregunté al esposo de la hondureña cuándo había llegado de Cuba y me dijo que hacía ya cincuenta años, no me dejó formular la siguiente pregunta. “Sí, yo soy un niño Peter Pan”. Él con trece años de edad había venido con dos hermanos menores, otro varón menor y su hermanita de cuatro años y medio. Como palabras quizás alguien las lea sin mucha emoción, pero en este hombre de unos sesenta y tantos años sentado frente a mi, solo pude ver aquel niño que tanto había sufrido. Un niño que se había sentido responsable del cuidado de sus hermanos más pequeños, sobre todo de la niña, de la cual lo separaron después, pues no estaba permitido que viviesen juntos en albergues. Y lo más difícil de todo, la separación de los padres.[Leer Más…]