El Exodo del Mariel en el Calendario de Dios

Sin dudas el establecimiento del actual sistema en Cuba representó un cambio muy significativo en la forma de vivir del cubano, cambio ante el cual muchas personas se sintieron intimidadas por la actitud que otras asumieron. Esa parte de la población menos favorecida a la que se le dijo que había llegado su momento de tomar la posición que antes otros le habían impedido ocupar y que se acabaría con la clase que los explotaba, empezó a hacer uso de esa oportunidad que se les ofrecía, pero sin la debida guianza que los condujera por el mejor camino, para que no se perdieran esos valores que deben existir independientemente de la posición que se ocupe en la sociedad, y que una vez que se pierden no es fácil recuperar, aunque nunca imposible. Por donde quiera que uno se viraba lo más que se escuchaba era el calificativo de “compañero”, y si a alguien se le ocurría  tratar de “señor” a uno de los seguidores de esa nueva política, fueron muchos los que pasaron por el mal rato de escuchar “a mí me llama compañero”, o “compañero para la próxima”, todo porque el término «señor» era símbolo de aristocracia, de imperialismo, de explotación. Se vivía como una etapa de revancha, etapa en la que se fue apoderando del cubano un sentimiento que antes no se había manifestado en tal magnitud, en que la división y la falta de confianza iban ocupando el espacio de lo que antes había sido una relación donde el respeto era más visible, aun con todo lo que hubiera que mejorar en la sociedad cubana en lo que a diferencias se refiere.

Desde el principio hubo muchos que decidieron irse de Cuba pues era imposible pensar que pudieran soportar vivir en un ambiente que se tornaba tan hostil, sumado esto a la realidad de que a muchos les habían quitado sus propiedades, incluyendo negocios de los cuales dependían las familias. La creciente pérdida de respeto era evidente, y lo cierto era que la chusma iba ganándole terreno a patrones de conducta respetuosos que existían en nuestro país, y de seguro que aquel camino que se había escogido distaba mucho de ser el más aconsejable. La escasez que en poco tiempo fue imponiéndose en la nación agudizó mucho más esta situación, pues las personas en su afán por conseguir lo mínimo para sustentar sus familias se veían envueltas en discusiones frecuentes en esas inmensas colas que se formaban, escenarios muy propicios para la manifestación de comportamientos típicos de grupos con pobreza de principios. En la nación se hablaba de mucha educación y cultura, al tiempo que esta decadencia creciente no podía ignorarse. Si desde los inicios la situación tomaba ese rumbo, quién aseguraba a dónde podría llegar en el futuro, y no todos estaban dispuestos a permanecer en un medio como aquel. Esa realidad no era otra cosa sino uno de los frutos visibles del socialismo, la pérdida de valores en la moral de la sociedad, hecho que además se iba convirtiendo en una herramienta a favor del gobierno.

Desde la década de los 60 la nación había atravesado por varias épocas de emigración masiva, cubanos siempre buscando la manera de escapar de aquello que se hacía cada vez más insoportable. Igualmente había pasado por épocas donde apenas nadie podía salir y la única opción que quedaba era la de tirarse al mar, que ha sido siempre la de aquellos sin posibilidades de irse por ninguna otra vía por falta de vínculos familiares o de recursos. Dos de esas épocas de emigración masiva han estado marcadas por hechos muy diferentes al resto y ellas son el éxodo de Mariel en 1980 y la llamada Crisis de los Balseros en 1994. Mariel fue una página muy triste de nuestra historia, época en la que el gobierno fue muy diestro en controlar al llamado «pueblo enardecido» por aquellos que se iban, cuando ese pueblo no era otra cosa sino el instrumento que manipulaban en cada circunstancia de acuerdo a su conveniencia. Si triste había sido el tiempo que siguió a 1959 cuando tantos gritaban paredón, muchas veces sin saber siquiera para quien lo estaban pidiendo, en esta ocasión la animosidad que se sembraba en la población era muy similar.

A finales de abril de 1980, visitando una prima que vivía en La Habana, muy cerca de la universidad donde mismo había estudiado, tiempo durante el cual la visitaba casi a diario, y donde había conocido un señor amigo de ellos que vivía solo en un cuarto cerca de allí, quien venía casi todas las tardes a conversar con el esposo de la prima. En esta oportunidad el éxodo de Mariel estaba en su apogeo y resultó que estando yo de visita llegó el señor, quien se veía preocupado por cierto, pero confesó los motivos de su preocupación. El era militante del partido comunista y la tarea que le habían encomendado era encontrarse con otros como él en algún lugar del Vedado para desde allí salir a hacer manifestaciones callejeras, dispuesto a dar golpes con un pedazo de cabilla que le habían dado y que llevaba envuelta en un periódico. Así es que iba a reprimir a personas que se querían ir del país. ¿Era esa la respuesta de un pueblo enardecido como decía la prensa oficialista? Por supuesto que no, era simplemente el método terrorista que usaba el gobierno para intimidar a la población, instigando grupos de ciudadanos en contra de otros, especialidad de las autoridades de nuestro país. Unos días más tarde yo fui expulsado de mi trabajo por oponerme a los mítines de repudio.

En 1994 durante la crisis de los balseros, se vivió una época similar, aunque ya no dirigida contra las personas  de manera tan directa, era más bien un repudio colectivo. En esta ocasión, la mayor emigración de este tipo, la gente no jugó ese papel de victimarios de sus propios vecinos con tanto ensañamiento como lo habían hecho en 1980, pues en esta ocasión los cubanos desesperados armaban sus balsas en plena calle a la vista de todos, muchas veces hasta les aplaudían y les daban ánimo, al mismo tiempo que en otros lugares el gobierno reunía las multitudes para gritar en contra de los que se iban. Gente que gritaba, pero que en el día a día enfrentaban las mismas dificultades y miserias que los otros que se iban, pero estos tenían aún un trabajo que no querían perder, o les faltaba el dinero para comprar lo necesario para construir una balsa. Como tenían que identificarse con uno de los dos bandos no les quedaba otra opción que unirse a los mítines convocados por el gobierno y así por lo menos conservaban el trabajo dando la cara para que otros les vieran y dieran testimonio de que habían participado en el mitin. La otra opción era llenarse de valor y no dejarse utilizar contra sus propios hermanos, pero lamentablemente por esa eran muy pocos los que optaban.

El cubano ha ido atravesando una tras otra por épocas de crisis y uno se pregunta. ¿Hasta cuándo va a ser humillado ese pueblo y siendo violados sus derechos mientras que tantos se dejan utilizar según se le antoje al gobierno? Son muy pocas las esperanzas de que los opositores pacíficos lleguen a alcanzar la fuerza necesaria para despojar de su autoridad moral al sistema, impidiéndole urdir nuevos planes y que siempre se salgan con la suya. No se trata que nuestro pueblo sea el único que haya atravesado por estos episodios de emigración que conlleva tanto riesgo para las vidas humanas, pero en esa época del Mariel los cubanos fueron forzados a salir en embarcaciones sobrecargadas de personas, lo que representaba un alto riesgo para sus vidas, algo que fue hecho con muy mala intención por parte del gobierno, con frecuencia dándoles el permiso de salida cuando las condiciones del tiempo eran las peores y a altas horas de la noche para así exponerlos lo más posible a una muerte segura. Esa mala intención no fue ignorada por Dios.

Por supuesto que el ser cristianos no nos convierte en ciegos como para no ver las realidades que ha vivido nuestro pueblo y mucho menos cuando se han vivido en carne propia muchas de ellas. El ser cristiano me ha servido para tener algo más sólido en qué poner mi confianza y mi esperanza respecto al futuro de mi país y ese algo es el poder de Dios, que no es simplemente algo más, sino lo más importante. La Biblia está llena de historias de luchas por liberar al pueblo de Dios y sobre la reconquista de territorios para que de nuevo sean ocupados por sus hijos. Los cubanos estoy seguro que vamos a reconquistar lo que nos pertenece.

Hay leyes que inevitablemente se van a cumplir, como la ley de causa y efecto, eventos ocurridos en un momento determinado los cuales podemos asegurar que de alguna forma tendrán repercusión en el futuro. Uno de esos hechos fue el ya mencionado Éxodo del Mariel, algo que dejó huellas muy difíciles de borrar, y aunque sea algo que ya apenas se mencione, siempre fui consciente de su trascendencia, pero sin poder apreciar hasta dónde llegaría su significado, no había podido ver con toda claridad que con aquella pesadilla a la que el gobierno había sometido a la nación estaba firmando su sentencia de muerte, no inmediata entonces, pero decretaba como un hecho que a su tiempo llegaría. Según las escrituras ya ese tiempo parece haber llegado.

Si nos vamos a los evangelios donde se relatan las humillaciones que tuvo que soportar Jesús por las calles de Jerusalen cuando una multitud enardecida y fuera de control le seguía gritándole todo tipo de improperios a la vez que le golpeaban, no es mucha la diferencia cuando hacemos memoria de lo que vivieron muchos de nuestros hermanos. Ese capítulo de la historia hace ya dos mil años se caracterizó por la forma en que las autoridades instigaron a los judios a descargar su odio contra Jesús. Así vi a muchos en mi pueblo seguidos por aquellas turbas fuera de control, como si fueran las mismas de entonces que hubiesen reencarnado, cuántos como Cristos pude ver pasar ya sin fuerzas siendo objeto de todo tipo de humillaciones. Recuerdo el día cuando en la cuidad de Cárdenas pasaron con uno por la esquina cercana a nuestra casa, lo habían metido en un gran barril de latón al que llevaban por delante mientras lo iban pateando para hacerlo rodar, y aquel infeliz hombre dentro recibiendo un golpe trás otro segun giraba el barril, al que golpeaban con todas sus fuerzas con cabillas produciendo un ruido ensordecedor. Parecía una escena de estreno en el Coliseo romano que todos disfrutaban. Aquel infeliz era un cubano y los perpetradores de semejante crimen eran sus propios hermanos, el director de la obra no era otro que el gobierno cubano. No había nadie que lo defendiera, como tampoco nadie defendió a Jesús, pero con toda seguridad en ambas ocasiones tanta injusticia no había pasado inadvertida para Dios.

Por supuesto que el gobierno de Cuba estaba firmando su sentencia de muerte, el final de su existencia como sistema. ¿Dónde estaba Dios cuando sucedían todas estas cosas? ¿Por qué no hizo nada? No, no estaba ausente. Ambos pueblos, tanto el judío como el cubano tendrían que pagar las consecuencias por haberse prestado a semejante barbarie, ambos habían aceptado el protagonismo que les habían impuesto y por años tendrían que pagar el precio debido hasta que llegara el momento en que Dios decidiera que ya había sido suficiente para la lección que tenían que aprender.

Parece ser que ya ha sido suficiente y que ya ha llegado el tiempo en que se manifieste que esa parte del pueblo indefenso tiene quien lo defienda y que tales injusticias nunca más ocurrirán. Cristo recorrió su vía crucis a la edad de 33 años pero ya han transcurrido 33 años desde que muchos de nuestro pueblo recorrieron el suyo también. Ha llegado el tiempo del cambio.

Vayamos a las escrituras para ver qué tienen que decirnos al respecto.

Año 1980 – Salmo 80 – Éxodo del Mariel

1-2 Dios y Pastor nuestro,
tú guiaste como a un rebaño a tu pueblo Israel,
tú reinas entre los querubines, ¡ahora escúchanos!
¡Hazte presente y muestra tu poder a las tribus de Efraín,
de Manasés y de Benjamín! ¡Ven a salvarnos!

3 Dios nuestro, ¡cambia nuestra triste situación!
¡Muéstranos tu bondad y sálvanos!
4 Dios nuestro, Señor del universo,
¿hasta cuándo, por tu enojo, no atenderás la oración de tu pueblo?
5 En vez de comida, nos has dado el pan amargo que nuestras lágrimas amasaron;
en vez de bebida, has hecho que nos bebamos nuestras propias lágrimas.

6 ¡Has hecho que nuestros vecinos se burlen de nosotros;
¡nos ven, y se ríen de nosotros!

7 Dios del universo, ¡cambia nuestra triste situación!
¡Muéstranos tu bondad y sálvanos!
8 Nosotros somos como una vid que trajiste de Egipto,
y para plantarnos en esta tierra echaste fuera a las naciones;
9 una vez limpio el terreno,
nosotros echamos raíces y nos extendimos por todo el país.
10 De tal manera crecimos que llegamos a poblar las montañas;
¡extendimos nuestro dominio hasta las montañas del Líbano!
11 Nuestra frontera oriental llegó hasta el río Éufrates;
nuestra frontera occidental llegó hasta el mar Mediterráneo.

12-14 Dios del universo,
¿por qué dejaste a tu vid sin tu protección?
Todos nuestros enemigos pasan y nos hacen daño;
¡nos devoran como fieras! ¡Deja ya de castigarnos!
¡Asómate desde el cielo y muéstranos tu cariño!
15 ¡Tú mismo nos plantaste! ¡Tú mismo nos cuidaste!
16 El enemigo nos ha derrotado;
le ha prendido fuego a nuestras ciudades.
¡Repréndelos, destrúyelos!
17 Pero no dejes de apoyar al pueblo en quien confías,
al pueblo que has fortalecido;
18 así, no nos apartaremos de ti. ¡Danos vida, y te alabaremos!

19 Dios nuestro, Señor del universo,
¡cambia nuestra triste situación!
¡Muéstranos tu bondad y sálvanos!

Es facil encontrar en estos versos el clamor a Dios de cualquier cubano que vivió aquellos años. El texto es un clamor que va atrás en el tiempo recordándole a Dios cuál había sido su papel desde el principio, cuando había sacado a otros de la tierra para que su pueblo la ocupara. Nuestros ancestros españoles, más que echado de las tierras de América a los primeros pobladores, los habían eliminado casi por completo y Cuba había sido el escenario del exterminio mayor. ¿Pudieron los nuestros haber obrado con más compasión? ¿Habrían podido llegar a civilizarlos sin necesidad de exterminarlos? ¿Cuál hubiese sido la condición actual de nuestra isla de no haber sido ocupada por los españoles? No es fácil de responder, pero lo cierto es que si de alguna forma se pagan deudas generacionales y ese es nuestro caso, creo que los cubanos ya la hemos pagado muy bien pagada y a manos de los mismos nuestros. Lo cierto es que independientemente de cómo se hayan desarrollado los acontecimientos, eso no impide que la manifestación de Dios llegue en el momento que EL decida mostrar su autoridad para que los hombres aprendan lo que tienen que aprender.

El verso 6 es muy significativo en su mensaje “Has hecho que nuestros vecinos se burlen de nosotros; ¡nos ven, y se ríen de nosotros! Algo similar fue lo que marcó esa época de nuestra historia. A lo largo del texto se puede ver la continua petición a Dios del pueblo de que los libre de tal sufrimiento, el cual llegan a ver como un castigo.

Han pasado ya 33 años desde entonces, es también el 33 el capítulo de Ezequiel mediante el cual Dios le da a Cuba palabra de profecía. Veamos además qué tiene que decirnos Isaías en su capítulo 33 para este año 2013, y así sabremos si nos da palabra de salvación para hacer honor al significado de su nombre .

Isaías 33
Traducción en lenguaje actual (TLA)

Confianza en Dios.

Isaías anunció:
« ¡Qué mal te va a ir, Asiria! ¡Tú eres el destructor de mi pueblo!
Cuando acabes de destruirlo, también tú serás destruido;
cuando acabes de traicionarlo, también tú serás traicionado».

2 Isaías continuó diciendo:
«Sálvanos, Dios nuestro; ¡ten compasión de nosotros!
Danos fuerzas cada mañana; ¡ayúdanos en momentos difíciles!
3 »Los pueblos huyen al oír tus amenazas;
las naciones se dispersan cuando muestras tu poder.
4 Los enemigos de esos pueblos parecen saltamontes
que se lanzan sobre ellos y les quitan sus riquezas.
5 »Dios nuestro, tú eres el Dios soberano que vive en el cielo.
Has hecho que en Jerusalén haya honestidad y justicia;
6 nos haces vivir seguros; tu sabiduría y tus conocimientos
nos han dado la salvación; ¡el obedecerte es nuestro tesoro!
Dios ayuda en el sufrimiento.

7 »Nuestros valientes gritan por las calles;
nuestros mensajeros de paz lloran amargamente.
8 Los caminos están desiertos, nadie transita por ellos;
se han roto los pactos, se rechaza a los testigos,
y no hay respeto por nadie.
9 Todos en el país están tristes;
los bosques del Líbano se han secado y han perdido su color.
Todo el valle de Sarón ha quedado hecho un desierto;
la región de Basán y el monte Carmelo han perdido su verdor».

10 Dios dice:
«Ahora mismo voy a actuar y demostraré mi poder.
11 Todos los planes de Asiria son pura paja y basura;
pero mi soplo es un fuego que los quemará por completo.
12 Sus ejércitos arderán como espinas en el fuego,
y quedarán reducidos a cenizas.
13 Ustedes, los que están lejos, miren lo que hice;
y ustedes, los que están cerca, reconozcan mi poder.
14 »En Jerusalén los pecadores tiemblan,
los malvados se llenan de miedo y gritan:
“No podremos sobrevivir al fuego destructor de Dios;
¡ese fuego no se apaga y no quedaremos con vida!”»
¿Quién se salvará en el juicio de Dios?

15-16 Isaías dijo:
«Sólo vivirá segura la gente que es honesta y siempre dice la verdad,
la que no se enriquece a costa de los demás,
la que no acepta regalos a cambio de hacer favores,
la que no se presta a cometer un crimen,
¡la que ni siquiera se fija en la maldad que otros cometen!
Esa gente tendrá como refugio una fortaleza hecha de rocas;
siempre tendrá pan, y jamás le faltará agua».

La gloria futura de Jerusalén
17 Isaías les dijo a los israelitas:
«Ustedes verán a un rey en todo su esplendor;
verán un país tan grande que parecerá no tener fronteras.
18 Y cuando se pongan a pensar en el miedo que sentían, dirán:
“¿Y dónde han quedado los que nos cobraban los impuestos?
¿Dónde están los contadores que nos cobraban tanto dinero?”
19 »Ya no volverán a ver a ese pueblo tan violento,
que hablaba un idioma tan difícil y enredado
que nadie podía entender.
20 Fíjense en mi templo y en la ciudad de Jerusalén:
¡allí celebraremos nuestras fiestas!
Será un lugar tan seguro como una carpa bien plantada,
con estacas bien clavadas y cuerdas que no se rompen.
21 ¡Allí Dios mostrará su poder!
»Jerusalén tendrá ríos muy anchos,
pero los barcos enemigos no podrán pasar por allí.

22 Dios es nuestro juez y nuestro rey.
¡Nuestro Dios nos salvará!
23 »Las naves de Asiria tienen flojas las cuerdas,
su mástil tambalea y no sostiene su bandera.
Sus enemigos, y hasta los cojos, les quitan todas sus riquezas.
24 Pero Dios perdonará los pecados de los habitantes de Jerusalén.
Ninguno de ellos volverá a decir: “Siento que me muero”».

 

Como se puede apreciar la palabra es muy acertada a la hora de describir una realidad muy similar a la vivida en nuestra isla, haciendo énfasis en que la liberación definitiva por parte de Dios es un hecho que ya ha sido decretado. Verso tras verso nos permite asociar cada uno de ellos a las imágenes de lo que de una forma u otra hemos vivido los cubanos. Asiria en lenguaje bíblico es sinónimo de sistema explotador.

Cuando Dios entra en acción todos los planes de los hombres fracasan y por mucha autoridad que estos ejerzan, se va de sus manos el controlar el curso de los acontecimientos.

 

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