Sin dudas el establecimiento del actual sistema en Cuba representó un cambio muy significativo en la forma de vivir del cubano, cambio ante el cual muchas personas se sintieron intimidadas por la actitud que otras asumieron. Esa parte de la población menos favorecida a la que se le dijo que había llegado su momento de tomar la posición que antes otros le habían impedido ocupar y que se acabaría con la clase que los explotaba, empezó a hacer uso de esa oportunidad que se les ofrecía, pero sin la debida guianza que los condujera por el mejor camino, para que no se perdieran esos valores que deben existir independientemente de la posición que se ocupe en la sociedad, y que una vez que se pierden no es fácil recuperar, aunque nunca imposible. Por donde quiera que uno se viraba lo más que se escuchaba era el calificativo de “compañero”, y si a alguien se le ocurría tratar de “señor” a uno de los seguidores de esa nueva política, fueron muchos los que pasaron por el mal rato de escuchar “a mí me llama compañero”, o “compañero para la próxima”, todo porque el término «señor» era símbolo de aristocracia, de imperialismo, de explotación. Se vivía como una etapa de revancha, etapa en la que se fue apoderando del cubano un sentimiento que antes no se había manifestado en tal magnitud, en que la división y la falta de confianza iban ocupando el espacio de lo que antes había sido una relación donde el respeto era más visible, aun con todo lo que hubiera que mejorar en la sociedad cubana en lo que a diferencias se refiere.[Leer Más…]